Mayo, 2013:
Encuentro alrededor de los cuentos y del arte de la palabra
con Nicolás Buenaventura (Francia/Colombia)
A través de unos cuantos cuentos, el narrador de historias Nicolás Buenaventura abrirá un espacio de diálogo y reflexión sobre el contar, el escuchar, sobre los cuentos y el cuentero.
“El cuentero es solo la taza, el recipiente. Hay quienes pueden pensar que lo importante es el auto no el viaje, que lo maravilloso es el telescopio no la constelación…
Voy a tratar de ser más explícito refiriéndome a mi caso: no soy un narrador oral escénico, ni un contador de historias profesional, no soy capaz de contar cualquier cuento. Los cuentos que cuento me cambian la vida. A partir de un momento soy hecho por ellos. Eso no quita que mañana, ellos, se hagan en otra voz, en otra palabra… Soy un accidente en la vida de un cuento, un instante.”
Nicolás Buenaventura, de Palabra de cuentero |
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Marzo, 2012:
En el marco del mes de la Francofonía en Buenos Aires:
Taller de dramaturgia en base a "L'Improvisatrice" ("La improvisadora"),
un cuento de la dramaturga canadiense Julie Vincent
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Una colaboración entre la Compañía Teatral Singulier Pluriel (Canadá) y Casa de Letras – Escuela de Escritura y Oralidad (Argentina), a cargo de Julie Vincent y Blanca Herrera
"Annabelle, fotógrafa de Montreal, se encuentra por azar con Soledad, una joven argentina emigrada a Canadá, que realiza su tesis en literatura mientras trabaja en una carnicería. Annabelle revelará su historia a Soledad, quien le dará una respuesta posible a su búsqueda misteriosa, hasta entonces sin salida."
Blanca Herrera, dramaturga y directora junto a Carlos Lutteral de Casa de Letras – Escuela de Escritura y Oralidad, se encuentra con Julie Vincent, dramaturga, actriz y directora de la Compañía Teatral Singulier Pluriel de Montreal, Canadá, para realizar un taller intensivo de dramaturgia de una semana sobre "L'Improvisatrice", cuento teatral en francés creado por Julie Vincent. El taller se propone una puesta en diálogo, la construcción de un hilo narrativo a dos voces y finalmente un trabajo sobre la interpretación oral con el método de Casa de Letras. Una lectura con público tendrá lugar en la última jornada en Casa de Letras para compartir los resultados. Esta obra vuelve a unir a ambas compañías en un rico intercambio de trabajo Norte-Sur.
La lectura tendrá lugar en Casa de Letras – Perú 375 – P 8 – San Telmo – Buenos Aires, el lunes 5 de marzo a las 18.30 hs. La entrada es libre y gratuita.
ACTIVIDAD EN FRANCÉS.
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Abril y mayo, 2011:
Narradores orales de España (Zaragoza), Canadá (Montréal) y Cuba en su paso por Buenos Aires, ofrecen talleres en Casa de Letras.
Cristina Verbena – Marc Laberge – Aldo Méndez
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Octubre, 2011:
En el marco del hermanamiento entre la Escuela de Escritores Alonso Quijano
(Castilla-La Mancha) y Casa de Letras, el narrador oral Aldo Méndez
visita Buenos Aires y Casa de Letras:
Del cuento a la palabra -
Taller breve de cuento oral
Coordina: Aldo Méndez
¿El cuento, como entidad viva, cuenta por si solo o se hace verdad en nuestra voz si elegimos la palabra adecuada, la frase que en su esencia desvele lo que somos?
El recuerdo del ser humano no es solo lo vivido, es también lo que ha inventado; de ahí que la frontera entre realidad y ficción no sea otra que aquella que el propio individuo edifique como tal. La narración oral teje y desteje realidad y posibilidad, imaginación, imágenes, imaginarios y se construye en la verdad que el cuentero sea capaz de sostener como propia, como auténtica.
Este taller se propone indagar en los conceptos memoria y afectividad, como elementos que proveen de autenticidad al oficio de contar. Para ello se intentará poner en valor al recuerdo como esencia en la narración del relato de ficción, y buscar soportes para el acto de narrar en las experiencias y vivencias personales.
Como parte del encuentro, Aldo Méndez acercará a los participantes los cuentos más significativos de su repertorio para niños y adultos, y transmitirá el modo en que pasaron a ser parte indisoluble de su realidad, de su imaginario, de su vivencia, de su verdad.
1 encuentro de 3 horas
Lunes 17 de octubre, de 18.30 a 21.30 hs
Arancel: $ 80.- Para alumnos de Casa de Letras: $ 60.-
Cupo limitado - Inscripción previa
Aldo Méndez
Es narrador oral, escritor, especialista en promoción cultural y animación a la lectura.
Licenciado en Filosofía por la Universidad Lomonosov. Desde 1991 se dedica a la Animación Sociocultural y la Promoción Cultural en diferentes ámbitos, impartiendo numerosos cursos, talleres y seminarios.
Desde 1994 se dedica a la Narración Oral, actividad que ha desarrollado en diferentes regiones de España, en Cuba, Venezuela, Costa Rica, Colombia, México, Ecuador, Francia y en países del norte africano.
Imparte cursos, talleres y seminarios para la Escuela Universitaria de Magisterio en Ciudad Real (España) y colabora en Programas de Ciclos Formativos en diferentes Centros en toda España.
Ha sido reconocido por la Junta de Comunidades de Castilla-la-Mancha por su destacada actividad en el área de Animación a la Lectura en Centros educativos de la Región.
Colaborador de la Escuela de Escritores Alonso Quijano y Profesor Fundador de la Asociación Escuela de Oralidad Alonso Quijano.
Profesor del Taller Permanente de Narración Oral de la Biblioteca Pública del Estado en Ciudad Real.
Publicaciones: "Ay, Ada, tú mariposa" (poesía infantil) (1997); "Recuerdos de mi única casa" (narrativa) (1998); "De la animación a la lectura a la libre expresión: una propuesta para reflexionar" (ensayo) (2003); "La llegada del otro al imaginario de la infancia y la adolescencia. Cuaderno didáctico: reflexiones, apuntes y propuestas" (2006) (en árabe y castellano); "Canciones y palabras" (poesía infantil) (2008); "Versos para leer con paraguas" (poesía infantil) (2009).
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Septiembre, 2011:
Escribir en dos latitudes:
Canadá - Argentina
Diálogo entre las escritoras Nicole Brossard (Canadá) y Alicia Genovese (Argentina)
El viernes 16 de septiembre a las 18.30 hs, Nicole Brossard y Alicia Genovese dialogarán sobre la práctica de la escritura, la llegada al texto y su definición, las similitudes y diferencias del oficio de escribir en Canadá y Argentina. Explorarán a dos voces temas como la motivación, las circunstancias de tiempo-espacio en que aparece la poesía, la experiencia de la escritura desde la posición de mujer.
Luego de concluido el diálogo, abrirán la instancia de conversación con el público.
Esta actividad se realizará en francés y castellano, moderada por Magdalena Arnoux.
Nicole Brossard
Poeta, novelista y ensayista, nacida en Montreal. Desde 1965 ha publicado una treintena de libros. Entre ellos: Le Désert mauve, Musée de l'os et de l'eau, Installations, Ardeur, y también una Antología de la poesía de mujeres en Québec (en colaboración con Lisette Girouard, 1991) y Poemas para decir la francofonía (2002). Su poesía ha influenciado toda una generación de poetas. Sus libros están traducidos a varias lenguas y su obra ha sido celebrada por numerosos premios literarios, entre otros el Prix du Gouverneur général en 1974 y 1984, y el Prix Athanase-David, en 1991. Una antología de su poesía fue publicada en 2008 bajo el título D'aube et de civilisation, seguida, en 2009, por otra antología de su poesía publicada por Presses de l'Université de Californie: Selections: the Poetry of Nicole Brossard. Es miembro de l'Académie des Lettres du Québec. Su más reciente libro es Piano blanc. Vive en Montreal.
Títulos en español: las novelas "El desierto malva", "Barroco al alba", "Ayer". Los poemarios "Instalaciones", "Vértigo del proscenio", "En el presente de la pulsación", "Cuaderno de rosas y de civilización".
Alicia Genovese. Ver CV.
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Marzo, 2011:
En el marco de la Semana de la Francofonía, la directora de Casa de Letras Blanca Herrera dio una charla sobre “Escritura y exilio”, en la biblioteca del MALBA, con entrada libre y gratuita. Compartió la mesa con la escritora francesa Silvyanne Roche.
Esta actividad fue organizada por la Embajada de Suiza en Argentina y por la Embajada de Canadá en la Argentina.
La narración: conjuro del olvido.
Blanca Herrera
Dice Borges a propósito de La Odisea, que podemos leerla de dos maneras: como una aventura que describe las maravillas y peligros del mar, o como el regreso de Ulises a su casa.
Es esta última acepción la que nos interesa en esta charla. “Tomando ese sentido, dice Borges, tenemos la idea del regreso, la idea de que vivimos en el destierro y nuestro verdadero hogar está en el pasado o en el cielo o en cualquier otra parte, que nunca estamos en casa.”
Sin embargo, el viajero busca el camino que lo llevará a casa. En realidad se trata de una odisea, no de una búsqueda. La búsqueda nos impulsa hacia lo desconocido. La odisea es una tentativa de regreso. La cultura de los ancestros se parece a los perfumes de la infancia, que se creen olvidados, pero están allí, latentes. En un momento nos toman por sorpresa, como por la espalda. Un color, un olor se revelan al recuerdo. La narración de ese recuerdo lo transforma en experiencia.
Hoy quisiera hablar de experiencias.
De la experiencia de Francisco, un arquitecto uruguayo exiliado en Montreal.
De la experiencia de Claire, la mujer de quien Francisco se enamora en su patria de adopción, y con quien intenta reconstruir su identidad perdida.
De la experiencia de Julie Vincent, dramaturga de Québec, el pueblo de Claire en Canadá, que cautivada por el relato de una vida, la de Francisco, decide dedicar cinco años de la propia para viajar e internarse en la cultura del Río de la Plata, para llevar ese relato de vida al teatro.
De mi propia experiencia, que como directora de una escuela de escritura y oralidad, hace años estudio, exploro el carácter ancestral y a la vez contemporáneo del cuento oral, y decido “viajar” e internarme en la cultura francesa de América del Norte, la cultura de Claire y de Julie, para volver al origen. Al relato de la experiencia de Francisco.
Pero sobre todo de una experiencia vivida entre Julie y yo. Dos mujeres, una del extremo norte, otra del extremo sur, tejiendo y destejiendo juntas, durante dos años, la historia de un desarraigo, de un viaje, de una identidad, o quizás de varios.
Todo comenzó así:
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En un café de la Estación Windsor en Montreal, una mujer escribe borradores para su próxima obra teatral. Desde hace algún tiempo, durante sus viajes en tren desde su casa en las afueras hasta la ciudad, la persigue la sensación del empobrecimiento de la arquitectura de su ciudad que deviene en una progresiva pérdida de identidad. Es sobre esto que quiere construir su próxima obra.
En la mesa de al lado, un hombre desconocido también escribe. Parece extranjero. Sostiene en una mano un libro de Rilke en alemán. Parece estar traduciendo.
Al rato la mujer se anima, se acerca al hombre. Y él se presenta así: “Soy Francisco, arquitecto. Pero también puede verme como un vagabundo.”
A partir de ese momento, el “arquitecto vagabundo”, Francisco, uruguayo, a lo largo de muchos meses, va a contar su historia –por primera vez- a esa mujer, la dramaturga Julie Vincent, que acaba de asistir en esa simple presentación a la decadencia de una vida, que la asalta como una metáfora de la decadencia de su propia ciudad. Un arquitecto. Una ciudad.
En el libro “Las ciudades invisibles” de Ítalo Calvino, que el propio Calvino define como un poema de amor a las ciudades, Marco Polo –el eterno viajero- le dice a Kublai Kan, el emperador de los tártaros, que es inútil describir a Zaira, la ciudad de los altos bastiones.
Podría describirle con exactitud todos los detalles de su arquitectura; pero Marco Polo sabe que sería como no decirle nada. La ciudad no está hecha de esto, sino de relaciones entre las medidas de su espacio y los acontecimientos de su pasado: la distancia al suelo de una farola y la de los pies colgantes de un ladrón ahorcado; el hilo tendido desde la farola hasta el balcón de enfrente y las guirnaldas que engalanan el recorrido del cortejo nupcial de la reina; los desgarros de las redes de pesca y los tres viejos que sentados en el muelle para remendarlas se cuentan por centésima vez la historia del bandido, de quien se dice que era un hijo ilegítimo de la reina, abandonado en pañales allí mismo, en el muelle.
En esta ola de recuerdos que fluye y refluye, la ciudad se embebe como una esponja y se dilata. Una descripción de Zaira tal como es hoy debería contener todo el pasado de Zaira. Pero la ciudad no cuenta su pasado, lo contiene como las líneas de una mano, escrito en las esquinas de las calles, en las rejas de las ventanas, en los pasamanos de las escaleras, en las antenas de los pararrayos, en las astas de las banderas, cada segmento surcado a su vez por zarpazos, grietas, heridas, sueños.
Francisco decide demoler la ciudad de su pasado en Uruguay. Pero igual que Zaira, él lo contiene. Su pasado está escrito en su mirada lejana, en su paso indeciso, en las líneas de sus manos.
Francisco le cuenta a Julie:
“Este café es para mí un punto de anclaje. Estoy rodeado de soledad. La soledad de los otros me da seguridad. En ningún lugar me siento en casa. La identidad es un conjunto de corrientes más que un lugar fijo. Soy arquitecto, pero sobre todo soy un vagabundo. El café de la estación es mi abrigo, mi refugio. Cuando era joven quería ser poeta como Isidore Ducasse, Conde de Lautréamont, que nació en Montevideo como yo. Mi imposibilidad de devenir poeta ha marcado toda mi vida. Mi cobardía es el diamante negro de mi identidad. Me instalé aquí, en Québec en los años 70, con proyectos que han sido demolidos por el mundo mercantil. Adopté este país, o mejor, adopté su falta de identidad. Y me nutrí de su ambigüedad. El invierno era horriblemente frío y desierto. No encontraba cafés donde refugiarme como en Montevideo. Había algo que se pudría en el fondo de mí mismo, un sentimiento auto-destructor, una mezcla de impotencia y de culpabilidad. Pero no quise volver a Montevideo. Elegí olvidar. Elegí traicionar.”
Hace casi cuarenta años Francisco llegó a Montreal portando sus sueños. Emigrado apenas estalló el Golpe de Estado el 27 de junio de 1973 en Uruguay, el entonces joven arquitecto decide construirse una nueva identidad. Para conseguir trabajo más fácilmente, mentirá sobre su origen.
“Me da náuseas escucharme hablar en italiano con los obreros de la Pequeña Italia, pero así soy como de la familia. Si les dijera que soy uruguayo, no sabrían reconocer mi país en un mapa. Si supieran que no hay más bella arquitectura que la de Montevideo.”
Por miedo al rechazo, también le mentirá a Claire, de quien se enamora apenas conocerla:
“Soy italiano”, le dirá en su primera cita en el cine, “como Antonioni”.
Francisco consigue tener su propio estudio, una clientela importante, logra un premio por mantener vivo el patrimonio arquitectónico de Montreal. Pero su pasado lo atormenta, se le impone en forma de visiones de sus amigos torturados y desaparecidos, de sus profesores presos, de sus padres abandonados.
Vive una pasión brutal con Claire. Pero no puede afrontar el compromiso de tener un hijo con ella, y los abandona a los dos.
Poco después muere su padre. Su padre quien le aseguró que no llegaría a nada, que sería un vagabundo como su abuelo analfabeto pastor de cabras. Francisco no volverá para su entierro.
A partir de ese momento entrará en un túnel cada vez más oscuro. Un inspector xenófobo lo hará expulsar de la corporación de arquitectos. Se hará echar de la casa de Claire intentando ver a su hijo. Decidirá abandonar su estudio para siempre. Se entregará a errar como un vagabundo. Cumplirá el destino que su padre le auguró, y en la estación de trenes encontrará su verdadera patria.
Cuando termino la lectura de la obra original en francés, le pregunto a Julie ¿quién cuenta esta historia? Ella me dice: “Es una herida la que habla. La herida negada durante años, que ahora quiere contar.”
“La herida dentro de Francisco es como un arroyo que recorre un curso; nada detiene a este arroyo que quiere fluir como el agua viva, como la sangre, como la tinta de la pluma, como el fluir de las palabras de un narrador.”
Una herida que viaja como un arroyo imparable. ¿Fue eso lo que me punzó cuando leí la obra teatral de Julie, fue eso lo que me hizo proponerle tomarla en mis manos para continuar su recorrido?
Sin duda la historia de Francisco me llevaba sin dificultad a la de amigos, compañeros de facultad, con historias de exilio político parecidas, de las que no conocí el final. Volvía a situarme en la negritud de la historia más negra de nuestro país. El hecho de que se tratara de la vida de un uruguayo me ofrecía el mínimo distanciamiento necesario para el abordaje poético de la historia. Pero había algo más.
Y eso “otro” que había no estaba quizás en el exilio de Francisco, sino en el de Claire.
Claire, el amor de Francisco en Montreal, es una metáfora de una cultura desconocida para mí hasta entonces. La cultura francesa de América del Norte. Su historia es también la de una herida que se espeja en la de Francisco. La herida de la frágil identidad de esa cultura.
Claire también vive en el exilio. No de quien emigró, sino en el exilio interior de quien nació en un pueblo, el Québec, que se buscó a sí mismo durante mucho tiempo, sin lograr definirse. La identidad de ese pueblo comienza a construirse con todo lo que trajeron consigo los primeros inmigrantes franceses que se instalaron en un rincón del Canadá. En las interacciones de esos hombres y mujeres con su medio físico y social, se agregaron a ese fondo identitario primero, identificaciones sucesivas, con maestros a la vez parecidos y diferentes, que hablaban en inglés. Estas identificaciones tenían un doble aspecto: de un lado, las prohibiciones que había que obedecer al pie de la letra para evitar la angustia y la inseguridad, y por el otro, los valores que había que respetar para acceder al éxito y al progreso: este pequeño pueblo tiene admiración por el poder que lo oprimió. Admira su fuerza, su estatura, su dinamismo, y las cualidades que le han permitido adquirir estos logros, desarrollarlos, hacerlos crecer. En la formación de esta personalidad colectiva, encontramos incertidumbre, duda, inercia, espera, que es la herencia de los pueblos que conocen desde su origen y durante demasiado tiempo una existencia siempre amenazada. Será recién en 1977 que el Québec logrará proteger su lengua de herencia, el francés.
“Doble. Hermosa, rica, famosa. De origen humilde. De derecha y de izquierda al mismo tiempo. Demasiado para un hombre del tercer mundo. Yo no puedo ser el padre de tu hijo Claire”, le dice Francisco cuando ella va a su estudio a anunciarle su embarazo.
La ambigüedad de Claire es la ambigüedad del Québec, la cultura francesa de América del Norte. Es la ambigüedad de un pueblo que tuvo que hacer muchas concesiones para construirse una identidad.
Parecería que – volviendo a Borges - nunca estamos en casa, aún sin salir de casa.
El extravío de aquellos que nunca hemos dejado la casa es menos visible, pero igual de real.
Y esa condición en la vida de Claire me punzó tanto como la condición de Francisco.
Al dialogar con Claire, el amor de Francisco, yo dialogaba también con Julie, y comenzaba con ella un largo viaje de dos años de ida y vuelta entre nuestras dos culturas, dos países, dos lenguas.
“Il faut rester sur Francisco, toujours toujours », me escribía Julie. Quedarse en Francisco siempre.
Yo, sé que no me hubiera sido posible “contar” a Francisco sin “contar” a Claire.
Sentí que a partir de ellos dos, debía construir un pequeño coro que sin embargo reuniera muchas voces, las voces de cuarenta años en la vida de un exiliado, las voces del pasado, que se funden con las del hoy, las voces pujantes de los jóvenes que van hacia sus sueños, tejidas con las de aquellos no tan jóvenes que vuelven con la valija vacía. Eso intenté, construir un pequeño coro, buscando en cada voz lo que hay de exilio en cada uno.
Julie escribió una obra teatral para veinte personajes distribuidos entre ocho actores. Su obra está estructurada en escenas y cada actor personifica un rol. Así concebida, fue estrenada en Montreal en enero de 2010 en la sala teatral Denise Pelletier.
Luego de mi primer envío de los primeros párrafos del cuento, Julie me escribe:
“Si entiendo bien se trata de cambiar la forma de mi obra conservando el contenido. El proceso de esta transformación es desafiante pero a la vez apasionante: nos abre una vía hacia una nueva creación en la que podemos estar juntas. Busco comprender las líneas en las cuales quieres inscribir mi texto. Todavía no es claro para mí. Descubriremos sin duda con el tiempo la naturaleza precisa de esta aventura dramatúrgica y poética.”
Así fue. El camino se nos fue descubriendo poco a poco. A través de las escenas de la obra que luego de mi trabajo se volvían narración, Julie empezó a escuchar, en las voces de los cuatro narradores entre los que le propuse repartir el relato, de nuevo la voz de Francisco, como en aquel primer encuentro en el café de la estación. Y entonces decidió venir a Buenos Aires en julio de 2009 –un año antes de la puesta en escena final- para ver mi adaptación en acción en los cuerpos de los narradores. Un mes intenso de trabajo con el equipo artístico de “El Portero…”, en que a partir de mi propuesta, cada actor se movía entre el cuento al público y la piel de los personajes sin solución de continuidad.
Apenas regresó a Montreal después de este laboratorio me escribió:
“Puedes avanzar con toda mi confianza como un ciego en una noche estrellada. Yo estoy allí y sé que tú, también estás allí. Cuánta dicha en esta creación. »
En agosto de 2010 se estrenó el cuento teatral “El Portero de la Estación Windsor” en la sala “El Portón de Sánchez”.
Francisco, el mismo que emigró a Montreal y no volvió al Río de la Plata -que nunca dejó del todo-, regresó para compartir con Julie y conmigo el estreno de su historia, la suya propia y a la vez una historia colectiva que hunde sus raíces en la tierra, entre Montevideo, Montreal y Buenos Aires.
Porque finalmente: ¿quién está en casa?
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